SS - Llora conmigo...

- Oe, put#madre… Ya deja de moverte, caraj#.

El vaso, intimidado ante la orden del moreno, se detuvo. - ¡Por fin! - su temblorosa mano pudo finalmente alzar el vaso con cuidado para no derramar una sola gota y tomar, de una, todo el líquido que desprendía un exquisito aroma que, para ese  momento, Andrés ya no podía percibir.

- Demasiado bueno… Demasiado BUE-NO… ¡Tenía que ser peruano! (HIP) ¡Mi pisco peruano! … Mi pisco de PISCO, ICA!

De pronto el repique de guitarra daba inicio a un clásico vals que Andrés amaba con el alma. "Cuando llora mi Guitarra" de Augusto Polo Campos.

Cansado de llamarte, con mi alma destrozada, comprendo que no vienes; porque no quiere Dios.

- Y al ver…

… y al ver que inútilmente te envío mis palabras, llorando mi guitarra, te dejo oír su voz

- … y al ver que inútilmente te envío mis palabras, llorando mi guitarra, te dejo oír su voz – repitió Andrés, al unísono del intérprete, con una voz tan lúcida que nadie sospecharía de su embriaguez. Tan sólo lo delataban sus actos... ¿cantar solo en un local de mala muerte ubicado en las pedregosas calles de Barranco, donde la bohemia se fundía con el olor a pintura, el sonido de las notas musicales y el sabor de los menúes levanta-muertos?

Llora guitarra porque eres mi voz… de dolor
Grita tu nombre de nuevo si no te escuchó

Prosiguió la canción y Andrés, vencido por el décimo vaso de pisco, se dejó caer sobre la barra, con la mejilla derecha pegada a la madera, admirando la curvatura de ese vasito vacío. Y sin esperar, el siguiente verso sonó y él cantó, a desgarradora voz:

- Y dile… ¡Que aún lo quiero! ¡Que aún espero que vuelva! (Grítaselo, recuérdaselo!)
Que si no viene mi amor no tiene consuelo
Que solitario, sin su cariño, me muero…

>> Guitarra, tú que interpretas en tu vibrar mi quebranto,
Tú que recibes en tu madero mi llanto
Llora conmigo si no lo vieras volver…

- Andrés; estás ebrio. –Dijo alguien, tomándolo por el brazo izquierdo con tal lástima que casi podía confundirse con cariño.
- Huasca tu vieja. ¡Déjame en paz! –gritó el cholo, halando su brazo para liberarse de las cadenas de la esclavitud, tal y como su desorbitada mente le decía.
- Vamos a casa – pronunció la misma voz.
- ¡NO! ¡Solo vine y solo me voy! –terco, tal y como el abuelo Inca le había enseñado.
- …
- ¿Quién eres? – dijo Andrés, reflexionando ante el silencio, y girando la cabeza para ganarse con que era…
- Benjamín –respondió el latino, haciendo una pausa-. Quién más vendría a recogerte, maldito weón.

"Weón". Andrés era el único que podía sacarlo de sus casillas y hacerle hablar con impropiedad.

>> Pero sabes qué, puedes hacer lo que te venga en gana. –Sentenció el chileno, dándole la espalda de golpe, con intenciones de abandonarlo a su suerte en el bar…
Con la velocidad retardada y la poca consciencia que reservaba, Andrés se levantó y tambaleando alcanzó a tomar el brazo de Benjamín, antes de que éste abriera la puerta del local.

- ¡Tengo que vomitar! Ayúdame... –Musitó y su mano se deslizó por la manga larga de la camisa pulcra del sureño.

Huele a… mate, pensó y un segundo después, su cuerpo delató su poca resistencia para permanecer de pie y obligó a Benjamín a ser su hombro de apoyo hasta el baño del personal, compuesto de un solo ambiente.

~~

El bullicio del local se apagó de forma instantánea al momento en el que la puerta del baño se selló suavemente, mientras Andrés abrazaba el inodoro.
- ¿Para qué viniste?
- El barman me llamó. Dijo que se lo habías pedido a gritos.
- ¡JA-JA-JA! Sí, claro, (HIP) y mi jefe es un… es un p… - sin poder terminar su sarcástica frase debido al primer vómito de la noche, odió al maldito barman por soplón.

Benjamín le ofreció papel.

>> Puedes irte si quieres… -dijo Andrés, admirando su vómito, avergonzado en la subconsciencia.

- Pues no quiero.
- Lárgate. ¿Para qué te quedas cuando tienes mejores cosas que hacer?
- No tengo nada esta noche.
- ¡Mentiroso!
- Andrés, cálmate, te estoy diciendo la ver…
- HUELES A MATE – gruñó Andrés, alzando la mirada y dirigiéndosela con rabia a su interlocutor.
- …

Ese silencio nuevamente. Eran esos silencios los que sólo hacía Benja, cuando sentía que no podía realizar otro movimiento sin herirle.

- No puedo equivocarme. No es té, ni café, ni coca, ni nada de eso… Es mate puro–. Entonces bajó la mirada, -seguro vienes de follar con ese gaucho, y buscas más diversión en mí, ¿cierto?
- No digas estupideces.
- Soy de sierra, y los serranos tenemos piel de cuero y corazón de piedra. No tengo miedo de la verdad aunque me duela. Seré cholo, pero no me compadezcas, caraj#.
- ¡Tú y tu maldito orgullo me tienen hasta la coronilla! – vociferó el chileno, hastiado de tener que lidiar con un Andrés obstinado y encima borracho. – Es más, voy a darte lo que me pides – lo tomó por el cuello de la camisa, arrastrándolo lejos del "trono", hasta dejarlo tirado en el suelo. Se sentó sobre su vientre y le arrancó la camisa de golpe, desnudando su abdomen.
- ¿¡Qué haces!? – rebatió desesperado Andrés, tratando de defenderse con los puños.
Alfaro atrapó sin dificultad las manos de su adversario, aplicando un movimiento habilidoso que había adquirido en las peleas con Arthur, y admiró lo terso y grueso de sus manos. Manos de campesino, manos de minero, manos que tienen la gracia de la Pachamama.

- No venía con malas intenciones, Andrés; pero parece que te gustara provocarme estos arranques de ira. Así que complaciéndote, voy a recordarte qué día es hoy.
- ¡Hoy es 19 de Octubre! ¡Ya lo sé! Ahora déj…
- No; hoy ya es 20 de Octubre… - contradijo el chileno y explicó-: un día como hoy te rendiste ante mí, justo como ahora; y me entregaste de tus tierras más ricas, a fin de que te dejara en libertad años después. Pero no fue así, ¿cierto? ¿Por qué no me reclamaste con ese ímpetu que te caracteriza? ¿Por qué no exigiste ser libre totalmente?

Perú, impactado aún, no supo dar respuesta.

>> Parte de ti siempre me pertenecerá. Así que cuando te diga "vamos a casa", tienes que obedecer – finalizó Alfaro, acomodándole el flequillo a Andrés de forma delicada, como si éste fuera de porcelana.

Con la estocada dada, Andrés sólo se atrevió a musitar con los ojos cerrados: - tú que interpretas en tu vibrar mi quebranto… tú que recibes en tu madero mi llanto… llora conmigo… si no lo vieras volver… - y empezó a llorar en cantidad, tras reparar en el hecho de que el Benjamín que él esperaba, no iba a volver nunca más.

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